Muchas veces uno se pregunta cuantos amigos tiene. Yo me sorprendo cuando los dedos de las manos empiezan a sobrar en el repaso de la cuenta y me ayudan a llegar a dos conclusiones. O tengo muchos dedos o tengo pocos amigos. Y la segunda es la auténtica y marca la cruda realidad de esta sociedad en la que nos movemos mecánicamante. ¿Habéis escuchado esta frase?, ¡¡ Hombre, por Dios, ese es íntimo amigo mío!! ,o esta otra frase, ¡¡ Ese es amigo mío de toda la vida ¡¡. Mi reacción ante estas coletillas es de una hilaridad manifiesta rematada con un "te quieiyá". También es muy propio, una vez que el etilismo empieza a dar sus primeras pinceladas, entre las reuniones de posibles amigos, la recopilación manida de citas como "los amigos son como la sangre que van a la herida sin que nadie la llame", o esta otra sublime como "los amigos son como las estrellas que aunque no las vea siempre están ahí ". Es que me meo de la risa, Y ya para terminar con el cuadro, cuando llega la despedida eso que nos decimos, " quillo, a ver si nos vemos más a menudo" o "nos llamamos cuando tú quieras". ¿Es o no es?. ¿A todo esto cómo lo llamamos? Bienaventurados los que le faltan manos y dedos para contar sus amigos. Y esto que os cuento tiene su justificación en las noticias que han ido surgiendo a raíz del fallecimieno del joven futbolista Miki Roqué. Las noticias sobre el apoyo recibido, desde que se le presentó la hijadeputa enfermedad hasta su muerte, siempre han destacado el aliento recibido por unos y otros, sus padres, familiares cercanos, amigos de su pueblo, sus aficionados, entidades deportivas, compañeros de profesión, cuadro médico, etc. No tengo la más mínima duda que Miki ha tenido a sus amigos al lado, algunos lo más cerca posible físicamente. Otros lo habrán llamado, le insuflarían ánimos, le dejarían mensajes en esto de las redes sociales y nunca lo abandonaron aún en la distancia. Su condición humana ha llamado la atención entre todos, su lucha, su entereza, su valentía y sus esperanzas. Un chaval que ha dejado una herencia que sus verdaderos amigos sabrán valorarla durante el resto de sus vidas.
Pero hay un detalle que me ha causado cierta tristeza y, por que no, rabia.
Compañeros suyos de la plantilla han querido estar en su despedida terrenal, con sus rostros pegados al féretro, tragándose la impotencia, las lágrimas y quizás susurrándole la última jugada o aquél abrazo en su último gol. Ellos han dejado testimonio de su auténtica amistad y lo han llevado hasta el final de su camino.
Pero a otros no los he visto. He sopesado muchos aspectos por los que sus ausencias podrían estar justificada, si se puede emplear este término, sin embargo no acabo de creérmelo. Dentro de unos días no me gustaria escuchar, a esos ausentes, lo amigo que eran de Miki y lo buena persona y compañero que era. Mentira cochina, falsedad, hipócrita les contestaría.
Y no hay nadie que pueda sentir más vergüenza que yo ante esos hechos, pues mi beticismo lo llevo a gala desde hace cincuenta y un año y lo ratifica mi carné de socio número 490.
Sus padres, hermanos y familiares seguirán recordándolo eternamente, sus verdaderos amigos lo tendrán en su memoria, los aficionados seguirán coreando su nombre, el fútbol continuará, pero los falsos en su conciencia lo llevarán.
Por primera vez en mi vida grito: Viva el Sevilla FC. Y además emocionado.
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